Ética en la empresa: consejos para una deontología empresarial

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Seguro que todos y todas hemos escuchado o dicho alguna vez aquello de que a las empresas lo único que les preocupa es ganar dinero. Y esto desgraciadamente es así en algunos casos. Existen lamentables ejemplos de empresas que anteponen sus beneficios a cualquier tipo de consideraciones morales e incluso humanitarias y pasan por encima de los derechos más fundamentales con tal de que sus números cuadren. Por suerte, hay otra manera de hacer las cosas. Y esa manera se basa en una serie de recomendaciones éticas que permiten la compatibilidad de una eficiente gestión empresarial con el respeto a los derechos fundamentales de las personas implicadas. Ponerlas en práctica es también una inversión en la buena imagen del negocio, pero esa no puede ser la única motivación para actuar éticamente.

Todo debe girar en torno a las personas

Esa ética empresarial de la que hablamos hoy está basada en una filosofía humanista donde el ser humano está en el centro y es el principal beneficiado de los procesos empresariales. Hablamos del ser humano como el principal benefactor de la toma de decisiones y acciones de la empresa. Todas las personas relacionadas de alguna u otra manera con la compañía deben tener garantizados unos estándares de bienestar y un respeto por sus derechos fundamentales. Hablamos de trabajadores, accionistas y clientes, pero también de la comunidad donde una empresa determinada se desenvuelve. Como responsables de un comportamiento ético en la empresa que gestionamos también debemos prestar atención a asuntos como el respeto al medio ambiente o las actuaciones de las empresas que proveen a la nuestra de algún producto o servicio. Si éstas no lo hacen de manera ética, estaremos contribuyendo a fomentar un comportamiento censurable.

La felicidad como fin último de la ética empresarial

En esa ética empresarial humanista la persona no puede ser utilizada como un medio para alcanzar un fin determinado como la rentabilidad. Esto afecta de manera muy directa a las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras que deben tener garantizado un salario justo en función de su aportación al crecimiento de la compañía. Los trabajadores, además, deben ser los primeros clientes de la propia empresa. Esa es una señal inequívoca de que las cosas se están haciendo bien y se están respetando unos estándares éticos de calidad. Eso conducirá al fin último de la gestión empresarial en un sentido ético: que todas las personas mejoren en términos de felicidad.